¡Buenas
noches! Quisiera, debido a que estoy muy feliz con cómo
me siento ahora, compartir con ustedes mi testimonio tras vivir la experiencia
TRE. Soy una persona promedio del s.XXI. Esto quiere decir que vivo bajo constante
estrés, que entra a mi vida en todas sus presentaciones. A pesar de que soy
joven, llegué a una sobrecarga emocional y física en cierto punto. Mi cuerpo
comenzó a revelarse en mi contra: migraña constante que me llevó a daños en el
riñón por tomar tanta medicina, que ni siquiera me quitaba el dolor; una
revolución en mi piel que me tiene como quinceañera en pleno brote hormonal;
desequilibrio en mi ciclo menstrual, en mi ciclo circadiano, en mi ciclo
alimenticio; irritabilidad más superficial y explosiva que los brotes de
pubertad en mi piel (jajaja); desequilibrios en mi humor; de todo un poco… No
puedo culpar a mi cuerpo, lo sometí a demasiada presión. –“Toma más agua”,
-“Haz más ejercicio”, -“Come mejor”, -“¿Ya te pusiste limón con azúcar?”, -“¿No
te lavas bien la cara?”, -“Cuando te pase, ponte media hora con los pies y las
manos en agua tibia y relájate”. Digo, todos los consejos son válidos, pero
volvemos al estilo de vida de una persona que vive en este siglo. Soy
estudiante del 5° semestre de la carrera de medicina.
Si bien todas
las carreras tienen lo suyo de demandante, la mía resalta por absorbernos en
tiempo y en… vida. Estudio para curar a los demás y estoy acabando con mi
salud. En primer semestre me diagnosticaron, encima de todo, con endometriosis.
Llegué a tener tanto dolor que me colapsé en el piso de un supermercado. En
tercer semestre me rompí el pie y ni siquiera me di cuenta que ya había dos
fracturas viejas en ese mismo pie; y mis crisis de migraña iban de mal en peor,
la medicina ya no era suficiente para curar el dolor. Encima de todo, comencé a
perder las ganas de vencer todo eso. Llegó un punto en que me fue mal en un
examen, y me sentí derrotada. Sentí que el estrés me había vencido, cualquier
pretexto me ponía a llorar y me sentí una total buena para nada. Entonces,
entró Lara en mi vida; y con ella, el TRE.
Llevaban
tiempo intentando incorporar conceptos de medicina alternativa en mi carrera, y
una excelente médico genetista nos hablaba más y más del poder de la relajación
y las emociones en nuestro bienestar físico y psicológico. Ciertamente, respeto
y admiro mucho estas disciplinas que han mantenido sana a la humanidad por
siglos, antes de que llegaran los benditos fármacos (que te curan un mal pero
te producen uno nuevo): yoga, meditación, acupuntura, etc… Sin embargo, no
había escuchado de una terapia que nos regresara a algo tan sencillo, tan
innato y tan primitivo como el TRE; y digo primitivo porque nació con nosotros,
y con el primer ser vivo que se sintió estresado… TEMBLAR. Lara nos ejemplificó
a una cebra que tiembla después de que un león la persigue y por azares de la
naturaleza ésta se salva… Tiembla para liberar esas toxinas que el cuerpo
libera tras un momento de estrés. El mismo ser humano, cuando se siente amenazado
o en peligro, libera adrenalina y otras sustancias endógenas (secreciones del
cuerpo que viajan en el torrente sanguíneo) que preparan al cuerpo para una
respuesta de escape o huida: llevan la sangre a los músculos esqueléticos (los
que mueven nuestros huesos) y disminuyen su aporte a el tracto digestivo que no
ocuparemos en ese momento, aumentan la capacidad de los pulmones para respirar
y captar más oxígeno y mantienen nuestro sistema nervioso alerta y muy activo.
Sin embargo, esta liberación sostenida de dichas sustancias no es buena para el
cuerpo, por lo que al temblar, el organismo busca liberarse de ellas: de la
misma forma en que temblar quema calorías y genera calor para mantenernos
calientes cuando hace mucho frío; todo está en el movimiento. Sin embargo, con
el paso del tiempo el temblor se ha vuelto sinónimo de miedo, o temor; y hoy en
día el miedo nos hace cobardes o incapaces. Hemos suprimido, con el paso de los
años, este temblor que es tan natural del cuerpo, que nos hace bien.
El TRE nos
ayuda a reincorporar el temblor a nuestro bienestar, y nos enseña a “inducirlo”
aun cuando no haya una situación de vida o muerte en que nos persiga un león…
para deshacernos de las toxinas que tanto daño nos hacen pero que liberamos con
el estrés (recordemos que el estrés no solo lo inducen las situaciones que
ponen en riesgo nuestras vidas, sino el estilo de vida de una persona ocupada,
preocupada, que trabaja y no es cien por ciento saludable). Muchos de nosotros
no podemos salir a correr o pagar un gimnasio, o tomarnos el tiempo de cocinar
cinco veces al día procurando que los alimentos no lleven grasa y que sean en
su mayoría vegetales y frutas, o dormir ocho horas al día desde las 9 de la
noche… Muchos tenemos poco tiempo libre que no podemos invertir en ejercicio al
aire libre o un gimnasio, o cocinar como deberíamos. Además del tiempo, vivir
sano sí es algo un poco más caro. Por otro lado, muchas veces comemos lo que
hay a nuestro alcance, nos deja satisfechos, y es barato: comida rápida y las garnachas
de la esquina. Pero el TRE es algo bueno que podemos hacer por nosotros sin
necesidad de invertir mucho tiempo ni mucho dinero. A cualquier hora, cuando lo
necesites, puedes hacer esto hermoso por ti mismo.
Después del
TRE he logrado controlar mis emociones: pensar antes de actuar (de explotar),
ser más inteligente a nivel emocional; y es que primero aprendí a darle una
traducción a eso que sentía (dónde lo siento, cómo se siente, cuándo y por qué
me siento así) aunque no lo comprenda del todo bien, y luego me di cuenta que
al hablar de cómo se siente mi cuerpo se agitaba a su voluntad… liberándome de
todo ese malestar sin que yo lo supiera. Además, le di una traducción en
sensaciones localizadas a mis malestares de la misma forma en que lo hice con
mis emociones, y cuando hablo de la migraña o tengo dolor, mis hombros tiemblan
y viene el temblor desde mi cuello; y así, con cada malestar mi cuerpo agita
zonas afectadas respectivamente. Cada que siento que alguna mala experiencia o
un mal rato se aproxima, ya recuerdo cómo se sienten estas cosas. Antes no
recordaba cómo me sentía tras un episodio feo, ahora después de temblarlo y
sentirlo a mi voluntad, sé exactamente qué cosa no quiero revivir: y mi cuerpo
lo tiembla, en lugar de hacer, sentir y decir cosas de las que me arrepiento.
El mundo puede
seguir girando más rápido de lo que puedo intentar manejarlo; pero hoy yo tengo
un arma poderosa para mantenerme dentro de la vida y es el TRE, la capacidad de
liberarme de lo malo cada que quiero, cada que tengo ganas de sentirme mejor,
cada que algo malo me pasa… cada que lo necesito. Se siente bien, me siento
bien, me hace bien. Bueno, bonito y barato (jajaja). Y la gente a mi alrededor
nota el cambio… YO noto el cambio, y agradezco infinitamente a Lara Markus, mi
amiga y mi confidente, por haberme presentado el TRE y la maravilla de hacer
algo bueno por mi cuerpo de vez en cuando y en contra del bendito s.XXI y el
maravilloso estilo de vida que no tengo. Ahora miro de vuelta a unos meses
atrás y se siente bien saber que aquello que sentí ya se ha ido, ya es sólo un
recuerdo; y que siempre que lo necesite, la solución está a una sesión de
temblor de disiparse, para que pueda con el tiempo irse d una buena vez por
todas. Daniela